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EDUCACIÓN

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PEDAGOGÍA

(Tamayo Valencia LA. 2007. Tendencias de la Pedagogía en Colombia. latinoam.estud.educ. Manizales (Colombia), 3 (1): 65 – 76, enero-junio de 2007)

 

De la concepción que se tenga, implica una práctica, unos saberes que se conjugan en ella, una manera específica de generar la interacción y relacionarnos en donde el “Saber pedagógico” como lo ha denominado el profesor Rómulo Gallego B. tiene como objeto las transformaciones conceptuales, actitudinales,  axiológicas y metodológicas que se logran en la estructura de conciencia de los sujetos gracias a la puesta en marcha de programas didácticos y curriculares basados en los principios del enfoque teórico que se escoge.

PRÁCTICA PEDAGÓGICA

 

Está sujeta entre muchas cosas, a perspectivas que se tienen del acto mismo de enseñar y de aprender.  Por ejemplo, desde el constructivismo se reconoce un sujeto activo que llega a la escuela con una visión del mundo, una manera de actuar en él, que desencadena procesos de construcción de conocimiento o cambio conceptual, pero también actitudinal, metodológico, axiológico y estético. Así, este sujeto, asume la enseñanza como la construcción de escenarios que posibilitan esos cambios y direccionan el aprendizaje para que se oriente a la construcción de significados más potentes, adecuados y complejos.  Reconocer las pre concepciones del estudiante, negociar los programas a desarrollar, propiciar el debate como cultura del aula, privilegiar la cultura académica y enrutar la enseñanza por proyectos, problemas o núcleos temáticos es un mérito de los enfoques constructivistas.

¿Qué prácticas pedagógicas promueves en el aula?

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MEDIR

 

Medir consiste en asignar numerales a los fenómenos de acuerdo a ciertas reglas. Pero el proceso de “medir”, implica un procedimiento mediante el cual clasificamos, ordenamos o agrupamos los fenómenos según un criterio que nos es útil, para facilitar su manipulación o análisis. En este sentido, el criterio lo define quien hace la medición y no refleja necesariamente una cualidad intrínseca del fenómeno objeto de la medición.Así pues, al realizar un proceso de medición obtenemos un resultado que, si lo expresamos numéricamente, responde a la pregunta “¿cuánto?”. Sin embargo, ello no nos dice nada acerca del valor del desempeño de un sujeto.

EVALUAR

 

Cuando, en un segundo momento, interpretamos ese resultado (medir) respondiendo a preguntas como “¿qué significa o implica ese resultado?”, o “¿cuán bien?”, es decir, cuando asociamos un juicio de valor al resultado, entonces estamos haciendo una evaluación. Con lo cual hacemos evidente que la medición por sí sola es de escasa utilidad, pero es imprescindible como base para cualquier evaluación.

 

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PARA RECORDAR

 

La cuestión estaría en cómo estamos midiendo, pues para ello debemos partir del enfoque teórico en el que basamos el proceso de enseñanza y aprendizaje que ponemos en juego, ya que desde ahí es que se generan los distintos instrumentos, estrategias y formas de lograr tener esa base para poder lograr ver cuánto de todo lo que ocurre en el aula, se está aprendiendo.

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REPENSAR NUESTRA PRÁCTICA PEDAGÓGICA

 

¿Qué más puede aprenderse cuando las personas que comparten un mismo escenario, se hacen tan visibles para el otro o entre sí?, ¿Cuánto terminamos incorporando de ellas dentro de sí?. Son preguntas, que nos conducen a la importancia que tienen las interacciones con otros para el desarrollo cognitivo, moral y social. Sobre todo cuando aun sin tener la voluntad de hacerlo, convertimos en nuestra mente a quien nos rodea en emocionalmente relevante y con ello  terminamos incorporándolo  dentro de sí a través de los diversos medios sensoriales (imágenes, sonidos, caricias, olores y sensaciones varias).
Esta transferencia del otro en el cuerpo propio, es posible no sólo por las imágenes visuales, el lenguaje y la inferencia lógica, sino también por las acciones con las que representamos los movimientos de los demás en nuestro cerebro y que se activan en nuestra memoria (Damasio, 2011).

De ahí, repensar lo que se vive en el aula, es imprescindible para proponer estrategias pedagógicas que faciliten aprender no sólo los contenidos académicos sino también para la vida.

Comprender las prácticas afectivas, las actitudes de rechazo, de aceptación, de predilección, además del modo en que se relacionan interpersonalmente y construyen esa cultura educativa que viven, sienten y expresan al interior y alrededor del aula, los estudiantes y los docentes, puede brindar un insumo para reflexionar sobre la transgresión entre la caricia y el abuso que surge entre menores y adultos que comparten este escenario escolar.

Pues, en ocasiones traspasamos de la corrección, de la exigencia por el respeto de sí a la humillación, al poner en juego prácticas cargadas de un sentido y un significado que configuran formas de interactuar, en ocasiones violentas e invisibles para quien las pone en juego, sin importar el rol que desempeñe en un escenario escolar, pero que al momento mismo de relacionarse  con el otro naturalizan  la imposición de una creencia propia.

Por ello, es necesario activar las rutas de atención para la convivencia escolar y junto a ellas, diligenciar los respectivos protocolos institucionales.

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